PABLO MONTOYA
La sed del ojo gira en torno a la insinuación. En sus páginas desfilan dos protagonistas: la desnudez de la mujer y el ojo del hombre que la mira.Pero más que esa mujer que posa, es la mirada que se levanta, juguetona, ansiosa, con curiosidad y temor, la que ocupa el meollo de esta recreación de los inicios de la fotografía erótica en el París del Segundo Imperio. Un París donde la música, la pintura, la fotografía y la ciencia aparecen como referentes indispensables para buscar el misterio, siempre escurridizo, de la belleza femenina.