AA.VV
Hoy caen todas las horas de la tarde en esta ciudad infinita, y hoy el concreto, la farola, el bus y el cableado me aplastan la vejiga. Recuerdo la torre y el grito de contención. Con ese mismo rigor, aprieto y retengo una posible fuga urinaria. He estado practicando. Kegel me ha enseñado a contraer los músculos del piso pélvico. Kegel me prometió que mi actividad sexual podría resultar bastante más satisfactoria si introducía algún peso en la vagina y trataba de desafiar la gravedad. Llegué a invertir algunos ahorros en unas bolas chinas, rojas, brillantes. Solía comprar pan y tomarme el café con ellas. Kegel me afirmó que aunque tuviera doce hijos podría seguir estrangulando los genitales de cualquier hombre.